Millonarios goleó al Medellín en su debut en la Liga
Millonarios tuvo uno de esos partidos con los que todo entrenador sueña, y todo hincha anhela, y todo rival teme. Salió a jugar en el arranque de la Liga a asfixiar al Medellín y no tardo en dejarlo sin aire, ahogado, morado, pidiendo auxilio, clamando piedad. Lo liquidó. Le pasó por encima. Lo sacudió. Lo levantó y lo tiró al piso. Le ganó 5-0 y lo dejó aturdido, incrédulo, sin saber de dónde venía esa fuerza de vendaval azul que arreció en El Campín.
El hincha de Millonarios vivió uno de esos partidos que enamoran, al ver a su equipo jugar con tal velocidad y contundencia. El que llegó tarde no alcanzó a ver la obra completa, se perdió el primer gol, porque fue al primer minuto. Fue cuando Leo Castro recibió un pase largo, partió al límite del fuera del lugar, el VAR le dijo que lo hizo legalmente, centró al área donde Édgar Guerra llegó inspirado para patear y anotar el 1-0, así, tan veloz, sin darle tiempo al rival ni siquiera de acomodarse.
Lo que quizá no se esperaba la afición azul es que ese Medellín iba a quedar tan aturdido que a los cinco minutos iba a regalar el segundo gol, por una mala devolución al portero; Guerra, que estaba en su tarde, presionó, ganó la pelota, eludió al impotente arquero y definió el 2-0.
Millonarios hacia de la tarde de domingo una tarde maravillosa para su afición, con un arranque de partido tan alegre y voraz. No estaba en la cancha Mackalister Silva, pero su ausencia no se notaba. El juego de pases largos, sin tanta pausa, frenético pero acertado, fue demoledor. Arriba estaban dos delanteros similares que hicieron el esfuerzo por verse diferentes: Leo Castro y Giordana.
Las miradas estaban sobre ellos, sobre cómo iban a repartir sus movimientos y sus espacios. Giordana no necesitó tocar la pelota para demostrar que ya está inmerso en el plan del equipo y que ya conoce a Leo. Solo abrió las piernas, una pantallita elegante, como si tuviera ojos en la espalda, y allí apareció Castro para recibir, ir hacia el arco y rematar en doble intento para vencer al portero que salvó la primera pero no la segunda, y 3-0 en tan solo 16 minutos.
El Campín fue una marea poderosa que se sacudió con toda su furia, de norte a sur, de oriente a occidente, para gritar el tercer gol, para celebrar la goleada, para avivar a esos jugadores que brindaban esa tarde mágica.
En el Medellín no lo podían creer, ¿cómo era posible que en tres llegadas recibieran tres goles, acaso era un sueño, una pesadilla, acaso los de azul no eran 11 sino 22, qué podían hacer para volver al partido cuando ya estaban tan derrumbados? Medellín anhelaba que se acabara el primer tiempo, a ver qué fuerzas sacaban en el camerino, qué reivindicación. En el segundo tiempo ese equipo desmoronado intentó apelar al orgullo para descontar, pero sus escasos intentos fueron mitigados por Álvaro Montero, que también quería protagonismo.
Fue cuando Guerra les dijo, ‘no se olviden de mí, que estoy en mi tarde’, y quién lo iba a olvidar si a los 60 minutos fue y anotó el cuarto gol, en otra falla de la defensa, que parecía momificada con la presencia de ese atacante. Y como si todo eso fuera poco, como si el daño no estuviera completo, llego Larry Vásquez y con un remate abajo y puso el quinto.
Que se agarren duro en la Liga, porque cuando Millonarios se lo propone, es un vendaval que sopla y no perdona.