Huracán Iota: una destructora consecuencia de la variabilidad climática
Por: Liliana Matos Zaidiza, Editora Periódico Digital de la Universidad Nacional de Colombia
Aunque el huracán Iota –que a su paso por el Archipiélago de San Andrés y Providencia destruyó el 98 % de esta última isla– podría ser uno de los últimos que se presenten en 2020, todavía sigue activa la alerta por tormentas tropicales. El profesor Emel Vega, del posgrado en Meteorología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), señala que “esta intensa temporada de huracanes no es una consecuencia del cambio climático, sino de la variabilidad climática”.
La diferencia entre cambio y variabilidad climática radica en la duración y el comportamiento de los patrones de los eventos. La variabilidad climática es una anomalía en el comportamiento del clima en periodos de tiempo cortos desde meses, uno hasta 25 años; mientras que el cambio climático es una modificación de todos los patrones de circulación, del tiempo y del clima durante largos períodos de tiempo por ejemplo, más de 70 o 100 años.
Para el ingeniero hidrometeorólogo y candidato a doctor en Meteorología, “en mayo ya se había advertido que la temporada de huracanes 2020 sería bastante activa: desde finales de 2019 e inicios de 2020 el mar Caribe y el océano Atlántico han estado cálidos, y a partir de finales de marzo e inicios de abril –cuando el sol migró desde el hemisferio sur al norte–, los océanos Atlántico y Pacífico recibieron grandes cantidades de radiación solar, lo cual causó que las temperaturas incrementaran considerablemente, aumentando también las probabilidades de huracanes”.
El huracán Iota pasó en forma de tormenta tropical por el norte de Venezuela, por La Guajira colombiana, el Atlántico y de manera significativa por en el norte de Cartagena; allí, la tormenta se intensificó y cuando salió al océano abierto tomó fuerza. Esto se debe a que la tormenta cuenta con baja rugosidad (fricción con la superficie terrestre) y adicionalmente todo el mar Caribe entre Colombia, el norte de Costa Rica y Nicaragua contaba con temperaturas bastantes altas, reflejadas también en los primeros 20 metros de profundidad del mar.
A esto se sumó que en la parte alta de la atmósfera, los vientos circulaban de oriente a occidente y de manera suave, empujaban el huracán hacia el occidente nutriéndose de las altas temperaturas en ese tramo –que son como la gasolina del huracán–. “La tormenta, cuando se desprendió de Cartagena ya era demasiado fuerte, se transformó en huracán categoría 1, con mucha facilidad pasó a categoría 2 y cuando se aproximaba a la isla de San Andrés y Providencia encontró condiciones favorables para que de manera súbita se robusteciera. Así pasó de categoría 2 a 5 en tiempo récord, algo atípico en este evento”, explicó el profesor Vega.
Cuando estuvo próximo a las islas de San Andrés y Providencia iba con vientos de alrededor de 170 km/h, con un potencial destructivo muy fuerte; difícilmente la vegetación y las infraestructuras pueden resistir los vientos con estas velocidades.
La alerta anticipada
La alerta del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) fue de “extremar medidas” en Providencia. “Cuando se da una alerta, antes de que el huracán llegue a los lugares donde habitan las personas, algunos toman las medidas propias de proteger las ventanas, aprovisionarse de alimentos, agua y víveres, mientras otros migran por una o dos semanas. Sin embargo, en San Andrés y Providencia esta era una posibilidad remota”, explica el docente.
En el caso de Iota nunca se pensó que alcanzara la categoría 5 tan rápidamente, y por lo tanto no se pudo actuar tan rápido pues las formas disponibles para llegar a las zonas de riesgo eran escasas, en especial porque en medio de una alerta de huracán es peligroso desplazarse por el mar hacia esa zona insular de Colombia.
Para el experto, “es el momento oportuno para que Colombia adelante conversaciones con países vecinos como Costa Rica o Jamaica, para que en caso de que se dé una alerta temprana, la población que pueda migrar rápidamente hacia el continente o hacia una isla de menos riesgo, pueda hacerlo”.
Posibilidades de más huracanes
“Es probable que en lo que resta del año se formen uno o dos huracanes más, pero difícilmente van a golpear las costas colombianas pues su misión es disipar la energía contenida en los océanos. Sin embargo, las costas colombianas aún están calientes, con aguas de 28 oC, mientras por el lado de Urabá están en 27 oC, por lo que sí existe la posibilidad de que hasta finales de noviembre e inicios de diciembre se repita el fenómeno”, destaca el profesor Vega.
Según el académico, como las aguas siguen cálidas frente a las costas colombianas y venezolanas, Iota no alcanzó a absorber toda esa energía en el sector, y por lo tanto se requieren más tormentas tropicales para que el océano se enfríe.
Pese a esto, destaca que, si sucede, quizás no tengan la misma dirección que hizo Iota entre Cartagena y Nicaragua.
Una consecuencia de la variabilidad climática
El profesor Emel Vega explica que este es un caso producido por la variabilidad climática: “desde 2019, el océano Atlántico y el mar Caribe ya tenían temperaturas por encima de lo normal debido a que la temporada de huracanes de 2019 fue débil y por tanto, tanto el océano como el mar no alcanzaron a refrigerarse. En 2020 la tasa de calentamiento siguió incrementando lo cual exacerbó las temperaturas allí y en consecuencia produjo una temporada de huracanes altamente activa y fuerte".
Iota pasó a categoría 5 en muy poco tiempo y afectó el 98 % de la infraestructura de la isla de Providencia que se mantuvo sin servicio de energía e incomunicada durante más de 12 horas. En 1988, el huracán El Joan (categoría 4) llegó a la costa de Manzanillo del Mar, un poblado de pescadores a 15 minutos de Cartagena, las olas arrasaron nueve casas y medio cementerio, en la misma ciudad heroica produjo devastación y cuantiosas pérdidas.
En 1996 el huracán César llenó las calles de árboles y escombros en el sector de San Luis en la Isla de San Andrés, lo cual conduce a pensar que en el futuro los huracanes continuarán con nosotros en estas regiones del territorio colombiano, solo que haciendo mayores estragos debido al incremento poblacional y de movilidad. Cabe anotar, que otras regiones eminentemente secas resultarán favorecidas por las lluvias y su influencia en las actividades productivas de esas zonas.